A ver Georgetti, buen día. Adelante por favor. Espero que de una vez por todas se haya preparado como corresponde. ¿Estamos?
Por supuesto, profe. Vine con todo. Estoy mejor que un equipo después de una pretemporada en la montaña. Esta vez la apruebo.
Marisa Eugenia Arozarena de Sarquis, la flemática anteojuda de Geografía Económica, cambió de costado, con estilo, el caramelo ácido de pera (sus preferidos) y mandó las cejas para arriba mezcla de desconfianza y de quiero ver.
Ajá, bien, bien. A ver Georgetti, hable del bloqueo norteamericano a Cuba. La estrategia, el modo de llevarlo a cabo y sus consecuencias.
Uhh, es una barbaridad. Imposible de perforar. Inviolable. A ver si me explico… Es como querer hacerle un gol a Italia después de que ellos se pusieron uno a cero. No hay forma de entrar, no se puede.
La Arozarena de Sarquis entendió que había más de lo mismo. De nuevo sopa. Lucas Georgetti se presentaba por tercera vez para rendir una previa de quinto año y nada parecía indicar que no habría una cuarta, una quinta… Es que Georgetti expresaba todo desde una pelota y para ella, que además de reputadísima docente había sido planta permanente del Ministerio de Relaciones Exteriores, no había modo de evitar hacerlo de goma.
Vamos otra vez Georgetti. ¿Qué sucede con los países sin industrias básicas sólidas en su aspecto productivo? Cite algunos casos y por supuesto que el ejemplo de Argentina no vale.
Esteeee, ejemmmm, claro, pasa como en esos clubes que nunca sacan un jugador de las divisiones inferiores, que no producen, que viven como de prestado. Que todo lo traen de afuera, algo así como vivir de lo importado. Y después, bueno usted sabe. La deuda externa, la deuda interna, un lío. Hasta que un día, a la lona, el default y todo eso…
Basta Georgetti. Bastaaaa. Siéntese. Tiene un dos. Se fue al descenso otra vez. Tiene un dos.
Pero, profe…
Nada Georgetti, nada. Suficiente. Tiene un dos. ¿Entendió? Ti-e-ne-un-dos.
Cuatro meses después, Georgetti y Marisa Eugenia Arozarena de Sarquis se reencontraron en un escenario muy distinto al del Colegio Modelo San Ambrosio, de Florida.
El equipo juvenil del country La Torcaza, dirigido por Raimundo Ambrosio Sarquis, le ganó la final al de Queen Garín, con un sensacional cabezazo de del primer zaguero central en tiempo de descuento.
Mimado por la veintena de seguidores del cuadro, el pibe, además del número en la espalda, tenía detalles comunes a tres grandes en el puesto: la estampa de Roberto Perfumo, el fuego para el roce del Patrón Bermúdez y la saltabilidad de Roberto Ayala.
Disparada al encuentro de su presa fácil en los mano a mano de Geografía Económica, una efusiva anteojuda frenó a medio metro de su inesperado héroe por un rato.
Y cuidando no atorarse, acomodó el infaltable caramelo ácido de pera en el paladar para luego soltar: “¿Cóooomo anda mi estimado Georgetti? Lo felicito, che. Marvellous. Lindo gol, eh. We are the championssss. ¡Vamos la Torcaza!”.
Georgetti, distante, gambeteó el abrazo, la fulminó con la mirada y arrancó para el club house. Pero, herido y activado por el rencor, giró como para recuperar la posición inicial y descerrajó: “Ahora andá y grítale a tu marido que él también ti-e-ne-un-dos. ¡Un florrr-de-dos!
Un dos que lo sacó campeón”.
Autor: Eduardo Castiglione
Libro: Al ritmo de los punteros
Ediciones Al Arco