
JULY 08: Ayrton Senna, Toleman TG184 Hart during the Dallas GP on July 08, 1984. (Photo by LAT Images)
Terminó la espera y Franco Colapinto y sus 19 colegas ya están listos para volver a correr en la Fórmula 1 después de un largo parate. Lo harán este fin de semana en el Gran Premio de Estados Unidos,que se corre en Austin, Texas, desde 2012. Un estado, justamente, que hace 40 años albergó una de las carreras más inolvidables. No por lo competitiva, claro, sino por lo insólita. En 1984, se organizó el Gran Premio de Dallas, un proyecto que resultaría paupérrimo y quedaría marcado como un episodio oscuro en la historia de la Fórmula 1. Pavimento levantado, gomas que no resistían, 18 abandonos, un desmayo y baldes de agua describen bastante bien el circuito más caluroso que se recuerda.
Donald R. Walker era un empresario del mundo del espectáculo que se acercó a Bernie Ecclestone, al mando de la Fórmula 1, con una idea: hacer un Gran Premio en Dallas. Quería, por supuesto, ser responsable de un gran espectáculo, plagado de estrellas, inolvidable, glamoroso y transformar la idea de que Dallas solo era un nido de ranchos y vaqueros. Y Ecclestone, que era devoto de las mismas cosas… accedió. Así, de improviso, empezó a gestarse el Gran Premio de Dallas de la Fórmula 1 para la temporada 1984, en la novena fecha. Poca preparación, desconocimiento de los requerimientos, foco en la plata más que en la competencia… Lo que iba a pasar no debería haber sido una sorpresa.
Se creó un circuito callejero en el estacionamiento de Fair Park, alrededor de un estadio de béisbol, sin las medidas de seguridad necesarias. Pero los dirigentes de la F1 miraron para el costado y permitieron avanzar con el proyecto. Llegó el fin de semana de la carrera, nada menos que en pleno julio, en una ciudad de Dallas extremadamente calurosa. Y los pilotos se encontraron con todo lo que no esperaban. Una pista con giros peligrosos, sin las condiciones adecuadas, con pavimento levantado, sometida a un calor extremo que tornaba imposible el desarrollo normal de una carrera. Se quejaron. “No podemos correr acá”, decían Alain Prost, Niki Lauda y compañía. Varios pilotos amenazaron con una huelga… pero sin suerte.
La carrera había costado 10 millones de dólares, se habían vendido 100.000 entradas, vendrían celebridades y los actores de la serie Dallas. No querían saber nada de cancelarla. Y así fue, pese a que antes de la Qualy ya se advertía un escenario complejo. Michelin, Goodyear y Pirelli no proveyeron a sus autos con neumáticos para la clasificación, porque afirmaron que los blandos “no durarían ni media vuelta”. La sospecha se hizo realidad con el accidente de Martin Brundle, de Tyrrell, quien de milagro no debió recibir la amputación de sus pies, gracias a la rápida ayuda del Dr. Sid Watkins. Pese a los accidentes, el estado del pavimento, los 40º grados y los 66º de la pista, los organizadores seguían testarudos: “La carrera se hace”. Su gesto fue, a último momento, revisar horarios. Pero tampoco agradó.
Adelantaron toda la programación del domingo tres horas. El warm up sería a las 7 de la mañana y la carrera, a las 11. Como si eso fuese a tapar todas las inconsistencias. Descontento por madrugar, y a modo de queja, el piloto de Williams Jacques Laffite se presentó al calentamiento en pijama. “Recuerdo la cara de Frank Williams, no podía creerlo”, diría. El Gran Premio se llevó adelante. Largaron 25 pilotos, todos menos Brundle, que se había accidentado. Pero empezaron los riesgos, los problemas en el auto, los sobrecalentamientos… Ayrton Senna y su Toleman, fuera. Nelson Piquet, fuera. Alain Prost y el McLaren, fuera. ¿Su compañero Niki Lauda? Mismo destino…